La estética de lo cotidiano               Santiago Toca

Un auto se desliza sobre el pavimento en la noche irrumpiendo sobre la monotonía de los grises y negros con el rojo de sus luces; un hombre atraviesa un semáforo, siendo espectador y espectáculo para los autos que lo rodean; otro vacila entre irse o quedarse en medio de la calle, ¿a dónde dirigirse? ¿llevamos acaso un rumbo en nuestro peregrinaje incansable por la ciudad? Casi todos los escenarios de Trini tienen como protagonista principal al movimiento y su correlativo, el tiempo.

Trini, pintora nacida y formada en Bélgica que radica en México desde hace por lo menos quince años, tiene la capacidad de plasmar en el lenguaje de la pintura lo que Cartier- Bresson denominara el “momento decisivo” para la fotografía.

Sin embargo, hay algo particular en la manera de percibir e inmortalizar el tiempo en un lienzo de Trini: una aparente contradicción en términos, una pausa reflexiva en medio de la velocidad. Porque, como ella misma lo señala: “con el movimiento podemos combatir la captura en que nos retiene el ritmo del tiempo”.

Pero de cualquier manera, ¿es relevante hoy retratar un automóvil, la velocidad de la ciudad, lo moderno, valiéndose de uno de los medios mas antiguos de expresión artística: la pintura sobre un lienzo? ¿es posible utilizar ese medio antiguo y obsoleto –según argumentan algunos– para retratar la vida contemporánea?

En el caso de Trini, la respuesta está dada en su propia obra que al igual que su autora no es ni escandalosa ni relumbrosa. El mensaje de Trini es sutil, elegante, austero y contundente.

Algo sucede cuando esta pintora transporta las escenas que todos hemos visto –los testimonios de nuestra cotidianidad– hacia la pintura.

El momento decisivo se inmortaliza adquiriendo una cualidad estética y una expresión subjetiva distinta de la fotografía y desde luego de la de su nieto, el video. Al reproducir escenas contemporáneas en un lienzo, Trini nos transmite un sentido de nostalgia sobre nuestra propia experiencia diaria, nos hace conscientes de la sutil belleza de lo cotidiano. Su luz, hora cero, en la que todo termina y todo empieza, nos llena de esperanza.